En esta vieja cultura frita aún sobreviven los cines de barrio, con proyección en 35 mm, butacas antiguas, piso de madera y pesados telones de terciopelo burdeos. Son salas medianas, familiares, en donde se proyectan películas con subtítulos en vez de dobladas (que es lo usual en Alemania) y en donde exhiben sobre todo producciones nacionales o periféricas, si bien es posible ver películas de masas como la última de Tarantino o de los Coen. Y allí, mientras el muchacho zafa saltando un muro, o la rubia se pone la camisa del amante y lo despierta, o no le embocan al héroe ni un balazo, vos te tomás una cervecita.