Una consecuencia afortunada de haber sido capital es que Bonn tiene una infraestructura proyectada para un crecimiento y una alcurnia que finalmente no tuvo. Tiene líneas de metro con estaciones como para Tokio y resulta que arriba no vive nadie para llenarlas ni siquiera en horas pico. Uno baja a la estación, mira para allá, mira para acullá y dispone de cien metros para sentirse solo. No pasan los cardos volando porque no hay ni viento, apenas un tipo del otro lado más solo que yo.
