En cuanto habilitaron la piscina del club para matronatación, con agenda previa, me anoté para ir con Vice. Como medida sanitaria contra la pandemia sólo puede acompañarlo un padre, y no me voy a poner a discutir, porque en este país somos tres millones de epidemiólogos. Como el socio soy yo, he aquí nuestra primera actividad de camaradería social y deportiva. La primera vez, la madre viene con nosotros para sacar fotos desde el balcón pero las profesoras la dejan bajar y estar al borde de la piscina. La lucha contra el covid 19 impone límites que gracias a la buena onda se estiran hasta ahí.
En el vestuario de niños, Jorge, el encargado del vestuario, me junta dos bancos para que improvise allí un cambiador. En el vestuario de niñas hay cuatro cambiadores. Lo sé porque los vi: entré pensando que para la gurisada había un sólo vestuario y una madre me dijo «vos no podés estar acá», al tiempo que se tapaba los pechos. Claro, imposible que haya un vestuario solo, lo que determina a qué vestuario hay que ir es el sexo del adulto que lo lleva, no el de la criatura, no se me había ocurrido.
Esta es la primera vez que conozco gente gracias a Vicentico. No lo había pensado hasta que estoy en el vestuario con otros papás. Los observo, a ver si aprendo algo. Qué torpeza, mamita. Pero hay uno que está ducho y me aconseja. La segunda vez que vamos, soy yo el que le da consejos a uno que debuta, más cagado que la bebita que tiene en brazos. Cuando la apoya en los bancos le revienta la cabeza contra las tablas y la beba llora. Vice se solidariza. Aprecio su conciencia de clase y que sea buen compañero pero ahora soy patrón y la medida me parece un poco extrema. Lo de siempre.
Lo desnudo y tiene caca. Esto no estaba dentro de mis cálculos, no tengo toallitas húmedas y estamos llegando tarde. Siento que pasamos de pantalla. Tiro la ropa dentro del casillero, lo llevo cagado a la ducha, en un brazo, mientras con la otra mano agarro su toalla, la mía, mi gorra, el bolsito con jabones y champús, el pañal de nadador profesional con dibujitos de Nemo y la bombachita para hacer pinta. Nos metemos en la ducha, le saco la mierda con los dedos, me paso la mano por el pelo, lo acuesto en la mesa, cierro la ducha, me pongo la gorra, le pongo el pañal, le pongo el bombacho, agarro su toalla, la mía, el bolsito con jabones y champús, y arrancamos para la piscina, todo eso en el tiempo que a ustedes les ha llevado leer este párrafo. Vice ya no llora pero está tenso, me agarra la tetilla izquierda y me la estruja y ahora el que llora y grita soy yo. Puteo porque no le cortamos las uñas y no puedo jalar de su mano porque me quedo sin tetilla. Todavía escuchó las carcajadas de Jorge cuando cierro la puerta del vestuario. Siguiente pantalla: la piscina.
El objetivo es que los bebés se familiaricen con el agua, que se suelten, y Vice lo hace bastante bien. Bueno, y que se cansen para poder dormir la siesta. El primer sábado está serio. El segundo se ríe cuando ve a la madre, que sigue al borde de la pileta. A la tercera vez ya se ríe con cualquiera. La mamá nos ha dejado venir solos. No sé quién es más irresponsable, si ella o yo. Así que aquí estamos, una docena de adultos zarandeando a los renacuajos, levantándolos al unísono, haciendo rondas con ellos boca arriba y boca abajo, siempre cuidando de que no tomen mucha agua. No sé por qué queda tan cansado si todo el esfuerzo lo hago yo. Por suerte, en la piscina experimenta un empuje de abajo hacia arriba igual al peso del volumen de líquido desalojado, pero en el vestuario pesa como siempre y sumando todo me he pasado un par de horitas con la cría en brazos, oye.
Al final de la clase la profe me pregunta si estoy en el grupo de whatsapp y cometo el error de decirle que no.
—Te agrego —me dice.
—Bueno, gracias —le contesto yo, lento y cagón.
Una madre me dice que es para compartir fotos, basicamente. Pero ni a Vice ni a mí nos copa mucho la idea, a mí porque de mallita y gorra parezco el monumento al fósforo, y a Vice porque está un poco panzón.
Esa semana hablo con el presidente del club y le cuento que entré al vestuario femenino y vi que tienen cambiadores y nosotros no, una clara muestra de machismo. Santo remedio, y sin preguntarme si vi algo más: el sábado siguiente aparece uno comprado ese mismo día y dos de la segunda guerra mundial. Así da gusto, las lumbares de los padres agradecidas, pero todo tiene su lado oscuro y en un segundo algo pasa que me convierte en el héroe de la jornada: a nuestro lado, otro padre tiene al niño sentado en el cambiador (¡error!) y en un descuido el gurí se piala de cabeza, de pedo lo estaba mirando y alcanzo a barajarlo allá abajo, antes de que pique. Me salvaste, me dice el padre, mientras el gurí llora y Vice adhiere a la medida, solidario.
Y entonces llegamos a la justificación del título: la parte extrema de la matronatación no es tanto lo que ocurre en la pileta sino en el vestuario, un lugar peligrosísimo, donde todo se amplifica para mal porque la acústica es malísima y el llanto de los bebés y los gritos de los niños rebotan y te vuelven loco. Desnudarlo, bañarlo dos veces y vestirlo a la vez que te bañas y te vestís vos en ese ambiente infernal, he aquí la faena.
Epílogo: El bicho se ha desbocado y está tocando a las gentes como si fuera lluvia. Una de las medidas para combatirlo ha sido cerrar los clubes así que nos quedamos con las ganas de seguir yendo a chapotear y hacer amigos. Ahora toca sentarlo desnudo en una piscinita inflable en el balcón y esperar a que vuelvan a abrirse las grandes alamedas por donde habrá de pasar el pueblo libre, yendo al club. Y de tarde dormir la siesta.
Jaaaaaaaaaa. Notable primo! Ta bueno para mí que no me cagan los dedos ni me tiran la tetilla . Jaaaaaaa.
Enviado desde mi smartphone Samsung Galaxy.
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Hola Javiet y Vice
Cuando vi tu escrito descriptivo de algo que yo nunca experimenté seguí a otra cosa.
Es muy largo me dije y además trata de guri chico.
A la hora de mi siesta de playa 15.30h volv a tomar el teléfono y me interesé y empecé a leer de abajo p arriba,vieja costumbre mía.
Me interesó mucho y fue todo pura risa yo que te conozco,lidiar con un niño en el agua,y lo peor la lucha con la caca…
Bueno que termine de leer todo y me divertí mucho en esta calurosa tarde gris en Aguas dulces,donde experimentas además de playa,vientos muy molestos ,pozos (no Pocitos)en la calle llenos de agua cuando llueve como esta pasada noche.
Muchos años para playa,la miro de lejos…Abrazo Luisa
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