Hace dos veranos Vicente me preguntó por qué el fuego da luz. Qué buena pregunta, me quedé pensando, y qué buena pregunta, acabé diciendo. Estábamos acostados en el pasto mirando las estrellas y se me dio por contarle que esos puntitos de luz en realidad eran enormes pero se veían así de chiquitos porque estaban muy lejos. Y me preguntó por qué están lejos. Me pareció que aún no estaba para la teoría del Big Bang, y le dije que hacía mucho tiempo que se estaban yendo. Por no saber bien qué estaba a su alcance comprender, agregué más información aún más difícil, le dije que eran unas bolas de fuego enormes, más grandes que la casa en que estábamos y que lo que veíamos era la luz que daba ese fuego. La pregunta estaba cantada.
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