El viejo y el pueblo

Había venido varias veces a España pero nunca se me había dado por visitar el pueblo donde nació mi abuelo, en la provincia de León, a cinco minutos en auto de Ponferrada. Esta vez decidimos con mi hermano –que andaba de tour europeo– hacerlo juntos y entonces le escribimos a Nicasio, el único primo de mi padre que mantuvo el contacto hasta hoy, luego de que mi padre lo visitara y conociera, ya con 65 años, hace más de dos décadas. Seguir leyendo «El viejo y el pueblo»

El viejo y el pueblo

Filosofía barata y zapatos de fútbol

Hacía años que no jugaba al fútbol en cancha de césped, once contra once, y vine a hacerlo en Köln con iraníes. Me invitó Gerardo, un uruguayo que una vez fue a jugar con un grupo de amigos y se equivocó de día. Los que estaban ocupando la cancha lo aceptaron de todos modos y terminó por jugar con ellos todos los domingos. Son en su mayoría taxistas, un trabajo dominado por la colonia iraní. Tan es así que los días que juega su selección  o hay un partido importante en Teherán, es imposible encontrar taxi en Köln.

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Filosofía barata y zapatos de fútbol

Onetti en Alicante

Acababa de terminar una biografía de Juan Carlos Onetti cuando me puse a buscar cosas para hacer en Alicante, adonde viajaría en pocos días, y hete aquí que una exposición temporal sobre dicho autor se destacaba en un portal. Así que, agradecido por la coincidencia, una vez instalados, y después de dedicar los primeros paseos a la rambla y el castillo de Santa Bárbara, fuimos a ver de qué se trataba.

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Onetti en Alicante

Uno en un millón

Ahmed es sirio, tiene cuarenta años y vive en Bonn desde hace dos. Es corpulento, de tez morena, cara lampiña y con una oreja más grande que la otra. Lo conocí en clases de alemán. En Al Malikiya —una ciudad en el noreste de Siria en la frontera con Turquía y cerca de Irak— vivía con su esposa y llevaba adelante su propia farmacia. Le iba bien hasta que vino la guerra y se quedó sin nada.

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Uno en un millón

Casos y cosas del transporte

Una consecuencia afortunada de haber sido capital es que Bonn tiene una infraestructura proyectada para un crecimiento y una alcurnia que finalmente no tuvo. Tiene líneas de metro con estaciones como para Tokio y resulta que arriba no vive nadie para llenarlas ni siquiera en horas pico. Uno baja a la estación, mira para allá, mira para acullá y dispone de cien metros para sentirse solo. No pasan los cardos volando porque no hay ni viento, apenas un tipo del otro lado más solo que yo.

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Casos y cosas del transporte

Juntos pero no revueltos

Lukas es un amigo de Berlin que vivía en España hasta que tuvo que volver por culpa de la crisis. Siempre que puede se manda una escapada a Zaragoza para visitar a los amigos y es que en tres semanas que pasa allá tiene más vida social que en el resto del año en Alemania. Su trabajo le ha llevado a ciudades pequeñas como Osnabrück o Cottbus pero acá es muy difícil hacer amigos en el trabajo porque la gente va al trabajo a trabajar. Es más fácil conocer gente en clubes o asociaciones de algo, que está lleno ya que son de asociarse para hacer lo que les gusta. Y sin embargo conseguir pareja es más difícil que nadar de poncho. Seguir leyendo «Juntos pero no revueltos»

Juntos pero no revueltos

Me voy al cine a tomar una cerveza

En esta vieja cultura frita aún sobreviven los cines de barrio, con proyección en 35 mm, butacas antiguas, piso de madera y pesados telones de terciopelo burdeos. Son salas medianas, familiares, en donde se proyectan películas con subtítulos en vez de dobladas (que es lo usual en Alemania) y en donde exhiben sobre todo producciones nacionales o periféricas, si bien es posible ver películas de masas como la última de Tarantino o de los Coen. Y allí, mientras el muchacho zafa saltando un muro, o la rubia se pone la camisa del amante y lo despierta, o no le embocan al héroe ni un balazo, vos te tomás una cervecita.

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