Conversaciones en el parque

Una tarde, acompaño a la madrina de Vicente y su perra, que andaba necesitando salir, cuando nos cruzamos con un tipo que también pasea con su mascota.
—Hola Mario —dice mi amiga.
—Hola Maga.
Nos detenemos para que los perros también se saluden y se huelan los culos, decimos dos o tres lugares comunes, y nos despedimos.
—¿Y este Mario quién es? —le pregunto.
—No, Mario es el perro, el tipo no tengo idea cómo se llama.
—Ah, con razón dijo Maga y no tu nombre, hizo lo mismo que vos.
—Sí, es que no sabe, tampoco. Es así con todos, sé los nombres de los perros con los que nos cruzamos pero ninguno de los dueños.
—A mí me pasa lo mismo con Vicente. Sé los nombres de todos los niños con los que juega en la plaza, y ninguno de los padres.

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Conversaciones en el parque

Seres de luz

Solos y de noche, era una máxima que tenían los Redondos a la hora de programar sus conciertos. Yo estoy solo pero son las nueve de la mañana y me entran los nervios porque es la primera vez en mi dilatada carrera musical que voy a tocar para un público que no ha bebido. Tampoco yo llevo alcohol en sangre, y tal vez tendría que haber tomado alguna cosita, pienso mientras entro al jardín de infantes, guitarra al hombro, dispuesto a compartir unas elevadas piezas musicales con Vicente y sus compañeros. Dicen que los niños son el público más exigente porque no tienen reparos en demostrar aburrimiento, desagrado o fastidio —unas bestias sin educación, en definitiva—, lo que aumenta mi cautela.

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Seres de luz

La historia del sacamocos eléctrico, y otros cuentos

Reproducirse implica hoy convivir con el animal más dañino para el medio ambiente: el bebé humano. A los pañales deshechables, que son una calamidad desde el punto de vista ambiental, hay que sumarle una catarata impresionante de cosas sin las cuales es imposible criar un bebé: cambiador, bañito, almohadón mojable, nido, cuna, colecho, sillita mecedora, corral, practicuna, mamaderas y calienta-mamaderas, chupetes, toneladas de algodón, sillita de comer, baberos, silla para el auto, cochecito, huevito, paragüita, el colgajo que gira y tiene música que se pone en la cuna —que teníamos dos así que uno estaba en la cabecera y el otro a los pies—, toallitas húmedas, peluches, talco, y —atentos— un sacamocos eléctrico. Y hasta ahí llegué.

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La historia del sacamocos eléctrico, y otros cuentos

Apuntes de las vacaciones

En la playa, la actividad principal de un padre de un niño de veinte meses es ir a buscar agua. Voy y vengo con un baldecito celeste. Y lo hago tantas veces que cada vez tengo que ir más lejos. Al menos estoy combatiendo el aumento del nivel del mar debido al calentamiento global. La actividad principal de un niño de veinte meses es tirar el agua que ha ido a recoger en compañía de su padre. La tira en cualquier lado, la joda es mojar la arena, incluso no importa si ya está mojada.

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Apuntes de las vacaciones

La guerra de los mundos

Una de las cosas que me preocupa es que soy un padre viejo. Voy a cumplir 50 años y Vico tiene un año recién cumplido. En otros tiempos, esto no representaba un problema por tres razones: los padres de 50 no eran primerizos, habían tenido como diez antes y se les habían muerto dos o tres. Johann Sebastian Bach, por ejemplo, tuvo 20 hijos: siete con su primera esposa, que era prima segunda suya, y 13 con la segunda. Fue padre por primera vez con 22 años y por última con 57. La segunda razón es que la crianza no era asunto del padre, y si tenían dinero, tampoco de la madre. Hoy por hoy está bien visto que los padres se ocupen de sus hijos y desentenderse es un lujo que sólo se puede dar Mick Jagger y algún otro.

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La guerra de los mundos

Disfruten que pasa rápido

El tiempo pasa y cada semana podemos experimentar en carne propia lo que alguien nos había contado que pasaría. La transmisión de conocimiento de padres viejos a padres jóvenes (es un decir) no falla y ya vamos viendo cómo Vico va quemando etapas a la velocidad del rayo. Los desvelos literales de ayer son recuerdos difusos ahora que podés tirarlo dormido a la cuna desde la línea de tres que cae redondo. La falta de sueño ha cedido paso a otros flancos diurnos donde desvelarse, pero más allá de todos los bemoles, es un verdadero espectáculo asistir al desarrollo temprano de un individuo. Y es temprano en serio, porque se levanta a las 7 de la mañana.

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Disfruten que pasa rápido

Matronatación, deporte extremo

En cuanto habilitaron la piscina del club para matronatación, con agenda previa, me anoté para ir con Vice. Como medida sanitaria contra la pandemia sólo puede acompañarlo un padre, y no me voy a poner a discutir, porque en este país somos tres millones de epidemiólogos. Como el socio soy yo, he aquí nuestra primera actividad de camaradería social y deportiva. La primera vez, la madre viene con nosotros para sacar fotos desde el balcón pero las profesoras la dejan bajar y estar al borde de la piscina. La lucha contra el covid 19 impone límites que gracias a la buena onda se estiran hasta ahí.

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Matronatación, deporte extremo

Un mes siéndolo meciéndolo

Mientras el cerebro del bebé es un volcán activo al que aún no se le ve lava brotando, un prodigio de actividad silenciosa pero de vértigo llenando el disco duro con información fundamental, el del padre, por el contrario, se ve reducido a dirigir tareas domésticas prosaicas y aburridas. El tiempo que antes invertías en llenar tu propio disco duro de pavadas desaparece y vos andas por la casa al servicio de la nueva vida, paseándolo a horas psicopáticas, cambiando un pañal premiado, haciendo una bolita con un moco que no es tuyo.

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Un mes siéndolo meciéndolo

Diario de una noche en San Gregorio

Luego de un rato largo en brazos, la madre ha logrado dormirlo y acostarlo en la cuna, que viene a ser un polder de nuestra cama. Nos quedamos un rato mirándolo, intentando detectar leves movimientos que anuncien que no está tan dormido como parece. Se mueve. Horror. Se queja finito, todavía a volumen bajo pero comprobamos con pavor que se incuba el berrido. ¿Hay que levantarlo ahora o esperar? Yo qué sé. Nunca se sabe. No hay manual, hay que desarrollar la intuición. Ahora estamos con la política de llanto cero: no esperar a que el tipo llegue a cantar en la ópera.

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Diario de una noche en San Gregorio