Lost in translation

Varias veces me han preguntado por las cosas que extrañé, viviendo en Alemania. Y bueno, extrañé el bife de chorizo, las librerías y los quioscos de la calle Corrientes, los pirulos de Rudy, comerme un bondipan en la costanera sur, tomar un café con medialunas de manteca en el bar El Galeón de Palermo, los alfajores Havanna, los bares de la placita Serrano, las puteadas… Extrañé la ironía.

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Lost in translation

Casos y cosas del transporte

Una consecuencia afortunada de haber sido capital es que Bonn tiene una infraestructura proyectada para un crecimiento y una alcurnia que finalmente no tuvo. Tiene líneas de metro con estaciones como para Tokio y resulta que arriba no vive nadie para llenarlas ni siquiera en horas pico. Uno baja a la estación, mira para allá, mira para acullá y dispone de cien metros para sentirse solo. No pasan los cardos volando porque no hay ni viento, apenas un tipo del otro lado más solo que yo.

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Casos y cosas del transporte

Me voy al cine a tomar una cerveza

En esta vieja cultura frita aún sobreviven los cines de barrio, con proyección en 35 mm, butacas antiguas, piso de madera y pesados telones de terciopelo burdeos. Son salas medianas, familiares, en donde se proyectan películas con subtítulos en vez de dobladas (que es lo usual en Alemania) y en donde exhiben sobre todo producciones nacionales o periféricas, si bien es posible ver películas de masas como la última de Tarantino o de los Coen. Y allí, mientras el muchacho zafa saltando un muro, o la rubia se pone la camisa del amante y lo despierta, o no le embocan al héroe ni un balazo, vos te tomás una cervecita.

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Me voy al cine a tomar una cerveza