La historia del sacamocos eléctrico, y otros cuentos

Reproducirse implica hoy convivir con el animal más dañino para el medio ambiente: el bebé humano. A los pañales deshechables, que son una calamidad desde el punto de vista ambiental, hay que sumarle una catarata impresionante de cosas sin las cuales es imposible criar un bebé: cambiador, bañito, almohadón mojable, nido, cuna, colecho, sillita mecedora, corral, practicuna, mamaderas y calienta-mamaderas, chupetes, toneladas de algodón, sillita de comer, baberos, silla para el auto, cochecito, huevito, paragüita, el colgajo que gira y tiene música que se pone en la cuna —que teníamos dos así que uno estaba en la cabecera y el otro a los pies—, toallitas húmedas, peluches, talco, y —atentos— un sacamocos eléctrico. Y hasta ahí llegué.

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La historia del sacamocos eléctrico, y otros cuentos

Hay revancha

Vicente cumplió su primer año en abril del 2021, cuando Uruguay era el peor país en cantidad de muertos por covid en relación a la población —gracias a la solitaria y oligofrénica política de la libertad responsable—, de manera que el ambiente no estaba para hacer fiestita. Afortunadamente este año la cosa aflojó y pudimos festejarle, así que allá salimos a ver salones, comprar sorpresitas, elegir lo dulce y lo salado, purgar la lista de invitados y enseñarle que muestre su edad con los dedos. Tal vez el plural sea algo excesivo: la madre llevó la voz cantante y yo me limité a los coros y a poner el plástico cuando me fue solicitado.

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Hay revancha

Diario de una noche en San Gregorio

Luego de un rato largo en brazos, la madre ha logrado dormirlo y acostarlo en la cuna, que viene a ser un polder de nuestra cama. Nos quedamos un rato mirándolo, intentando detectar leves movimientos que anuncien que no está tan dormido como parece. Se mueve. Horror. Se queja finito, todavía a volumen bajo pero comprobamos con pavor que se incuba el berrido. ¿Hay que levantarlo ahora o esperar? Yo qué sé. Nunca se sabe. No hay manual, hay que desarrollar la intuición. Ahora estamos con la política de llanto cero: no esperar a que el tipo llegue a cantar en la ópera.

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Diario de una noche en San Gregorio