Diario de una noche en San Gregorio

Luego de un rato largo en brazos, la madre ha logrado dormirlo y acostarlo en la cuna, que viene a ser un polder de nuestra cama. Nos quedamos un rato mirándolo, intentando detectar leves movimientos que anuncien que no está tan dormido como parece. Se mueve. Horror. Se queja finito, todavía a volumen bajo pero comprobamos con pavor que se incuba el berrido. ¿Hay que levantarlo ahora o esperar? Yo qué sé. Nunca se sabe. No hay manual, hay que desarrollar la intuición. Ahora estamos con la política de llanto cero: no esperar a que el tipo llegue a cantar en la ópera.

—A este le dicen Nueva York: nunca duerme. Te toca —dice la madre que lo parió.
Tengo dos circuitos con Vico en brazos: el largo va de la ventana del dormitorio hasta el fondo de la cocina, allá donde la heladera vigila el pozo de aire. Son cuarenta pasos. El circuito corto se queda en el pasillo. A las 5 de la mañana también tengo el mini que va de la ventana del dormitorio a la puerta del baño, con un ojo puesto en él y otro en la cuna. Pero para eso todavía falta una eternidad, que recién es medianoche.

El viaje de la noche al día es como tomarse el Rutas del Sol que para en todos los balnearios. ¿Para cuándo el bus directo a El Desayuno? Antes de la primera parada me duermo. Estoy en un recital de Sabina con una amiga recóndita. Cuando termina nos vamos de bares y terminamos en la puerta de su casa. En vez de invitarme a subir y pasar a la acción me dice que va a llamar a Sabina, y sin más, llama al hotel, pide con su habitación y habla con él. No puede ser, pienso, yo no sé hablar por teléfono y esta mina está hablando con Sabina de la nada, porque se le ocurrió en un instante.

Viernes 3 am. No, no es la canción de Charly. Es un padre y un hijo de mes y medio en brazos que no para de llorar. La estrategia para no enloquecerse es pensar “esto no me está pasando”. Hacerse el boludo, como perro que se lo están cogiendo. También ayuda ponerse auriculares para bajar los decibeles. Parece poco solidario, poco empático, pero es como la recomendación en caso de emergencia en los aviones: primero ponerse la mascarilla y luego colocársela al crío. Si yo estoy más tranquilo le trasmito mejor energía al animal.

San Gregorio de Polanco debería llamarse San Gregorio de Paul Anka, en homenaje al cantante canadiense. Estoy en eso cuando la madre me despierta. No conozco ninguna canción de Paul Anka, mañana busco, pienso todavía grogui. La teta de las 5 de la mañana ha quedado vacía y hay que darle palmadas en la espalda. Vico no es un hombre de provecho aún, pero es un hombre de provechito. La dispensadora de leche me entrega un mamífero zocado y me dice:
—Qué papita te entregué.
—Bueh, me has entregado cada gremlin, que para variar viene bien.
Bebé al hombro y vamos arriba.

Parece que se durmió. A ver el tono: está chanta. Ahora viene el momento crucial. No puede haber errores. Es un trabajo de precisión, como el del joyero que escribe una fecha en la cara interior de un anillo. Me siento al lado de la cuna. Siento que soy uno de esos especialistas en desactivar bombas. Si me equivoco explota todo a la mierda. Apoyo un codo en el colchón. Su cara está a centímetros del objetivo. Apoyo el otro codo y ya sus brazos tocan la sábana. No hay señales de tono muscular, eso es bueno. Ahora hay que retirar los brazos con suavidad para que la masa se apoye sin sobresaltos. Un quejido. Sudor. Quedó.

A dormir. Sueño con el loco Gatti, me pregunto si seguirá jugando, y despierto dejándolo solo mientras lo lapidaban en las redes porque contaba una anécdota infeliz con Diegote. No durmió nada, media hora. Ahora lo tengo al hombro y se le mueve la cabeza como a esos perros de plástico que ponen en los autos. Flaco, te acosté boca arriba, te acosté de costado y te acosté boca abajo. ¿Cómo querés que te acueste? Cuando te bañamos le pusimos al agua unas gotitas de Melissa, y lavanda en el quemador del dormitorio, mamá te hizo masaje hindú por la mañana y ahora estoy haciendo la caminata lunar contigo en brazos, deberías estar hibernando hasta setiembre como una tortuguita y estás más hiperventilado que un adolescente en una previa. ¿Qué más querés? ¿Cuencos tibetanos?

Por fin se queda dormido en la cuna. Ya son las 6:40, compruebo desvelado. Entonces escribo esto. Repaso la noche y los desvaríos que se me ocurrieron mientras caminaba como un zombie con un bebé en brazos. El cansancio genera unas sinapsis de lo más extrañas. Una vez leí que Skay usaba el cansancio como una droga para crear: evitaba dormir y al borde del desmayo agarraba la guitarra y se grababa o escribía en un cuaderno. Venite a calmar a Vico y te componés un disco entero, macho.

La persiana avisa que es de día. Me vuelve el sueño. Me voy a acostar. Se despierta. No nos estamos entendiendo. El apartamento no es tan grande como para que vivamos en distintos husos horarios pero así es la cosa. Lo miro sin conectar con nada, no reacciono, no me levanto, como un boxeador mormoso no reacciona a la campana que lo llama a seguir peleando. Y entonces me mira y sonríe.

Todos te dicen que el cansancio se olvida y que por eso las parejas tienen más hijos. Todos te dicen que lo disfrutemos porque el tiempo pasa volando, que crecen rapidísimo. Y algo de eso hay porque ahora me mira y sonríe y quiere hablar, balbucea un ajó y ya tiene tres meses, y cuando nos fuimos a la cama tenía un mes y medio, y la noche que fue tan larga ahora no lo parece tanto mientras el código de barras que dibuja la persiana en el ropero va subiendo, la vida se ensancha con el sol y la noche no fue tan horrible, si se está riendo, mirá, mirá, ¡nos reconoce! ¡qué emoción!
—Y eso que tenemos ojeras —me dice mi amor, mi cómplice y todo.
—En realidad así nos conoció siempre, no nos va a reconocer el día que no las tengamos.
—¿Faltará mucho?

Esta catarsis es el lado B del texto publicado en Radio Pedal.

Los dejo con Paul Anka.  

Diario de una noche en San Gregorio

6 comentarios en “Diario de una noche en San Gregorio

  1. Avatar de Fede Blezio Fede Blezio dijo:

    jaja, genial Javi querido, una vuelta más en tu registro de historias …
    es también como los exámenes, después de salvarlos decís «en realidad estuvo bueno»

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    1. Me hiciste acordar a la frase que dice que ser padre es la única carrera donde te dan el título antes de aprobar todos los exámenes. Así que estamos en eso, estudiando y aprendiendo, muchas veces por ensayo y error! Y una cosa que uno va aprendiendo es que esto es muy cambiante, en cuestión de semanas el panorama ya es otro. Abrazo!

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  2. bueno, aqui estoy con Paul Anka, que nos dejaste de regalo a los lectores.
    Me hiciste reir Javi.
    Como recordarás yo no tuve esa experiencia lamentablemente.
    Pero la conozco porque he ayudado en varias oportunuidades -pero de dia- a alguna amiga …ya hace tiempo ….
    Una vez me dejaron una bebé de un año por unas horas y solo lloró todo el tiempo …
    Cuando volvió la madre me dijo: tenía hambre le hubieras dado una banana pisada…..
    Así de fácil habria sido la cosa…. pero yo estaba como después de un dia doble de clases con preescolares , los pelos parados, los botones desabrochados, ronca de tanto cantar y los brazos cansados de hacer tantas monerias ……

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  3. Avatar de Maria Isabel Dias Maria Isabel Dias dijo:

    GENIAL JAVI !! ME LLEVASTE A MIS PRIMEROS MESES DE MATERNIDAD, AUNQUE NO FUERON TAN SORPRESIVOS….ME REI CON TUS COMPARACIONES…TUS DETALLES EXPRESIVOS JOCOSOS…Y A LA VEZ ME TRASMITES LA TERNURA DE TU HIJO QUE LA PALPAS….Y VICO TE IRA REGALANDO OTRAS SITUACIONES INEDITAS, PARA QUE CONTINUES ESCRIBIENDO CON LA MISMA FRESCURA DE HOY. FELICITACIONES PADRE !!! !!!

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