Disfruten que pasa rápido

El tiempo pasa y cada semana podemos experimentar en carne propia lo que alguien nos había contado que pasaría. La transmisión de conocimiento de padres viejos a padres jóvenes (es un decir) no falla y ya vamos viendo cómo Vico va quemando etapas a la velocidad del rayo. Los desvelos literales de ayer son recuerdos difusos ahora que podés tirarlo dormido a la cuna desde la línea de tres que cae redondo. La falta de sueño ha cedido paso a otros flancos diurnos donde desvelarse, pero más allá de todos los bemoles, es un verdadero espectáculo asistir al desarrollo temprano de un individuo. Y es temprano en serio, porque se levanta a las 7 de la mañana.

En once meses de chupar plástico de colores primarios, Vicente ha hecho unos progresos impresionantes, además de que se va preparando para la siguiente etapa, que es comerlo: al parecer un adulto se come en promedio unos cinco gramos semanales de plástico; lo que pesa una tarjeta de crédito. Por suerte todavía falta para eso, pero ya empieza a exhibir alguna característica —negativa— de crecer: ya no le sonríe tan fácil a todo el mundo, se está poniendo selectivo. Cada vez es más persona, aunque no ha llegado a completar el proceso de transformación, que culminará cuando empiece a usar desodorante.

Es curioso como crece tan rápido pero sin embargo demora tanto en resolver algunos problemas triviales, como encastrar objetos en el correspondiente agujero. Tiene una vaquita de madera desde la navidad, con seis agujeros de distinta forma y color, y los correspondientes seis cuerpos, y le llevó dos meses meter el cilindro en el agujero circular, el más sencillo. Lo veo jugar con la vaquita, intentando meter el prisma triangular en el agujero cuadrado y me pregunto con preocupación si no tendré que pagar clases particulares cuando vaya al liceo, e incluso he pensado si no existirá un profesor de encastre para ahora mismo. El papá ansioso es una porquería, lo sé. Por suerte, es un Hyde que me habita solo por instantes, se me pasa, y lo dejo vivir.

El tiempo pasa y las destrezas se marcan en el almanaque en determinados hitos. Por ejemplo, que camine, o que diga algo. Vice ya camina de la mano y en cualquier momento se larga. Esto tendrá un efecto secundario positivo que es que ya no será siempre necesario que el cónyuge baje hasta el garage cada vez que el otro viene con el niño en auto. Hay que bajar hasta el subsuelo y sacar al bebé del coche, mientras el otro baja con una mochila y dos bolsos, llenos de cosas que no existían hace cuarenta años y que no servirán para nada el año que viene. Pero si el niño camina la cosa cambia, puede subir hasta casa él solito, y donde se descuide hasta con un bolso.

Para ir acostumbrándolo al alemán le cantamos canciones infantiles. La que más le gusta es la de la mamá pez que les aconseja a sus pequeños que no naden en el mar sino en la laguna porque en el mar hay tiburones. No le hacen caso y un tiburón se los va comiendo de a uno (se repite la letra cada vez, restando uno en el verso de los peces que nadan y sumando uno en el verso de los peces que están muertos) hasta que no queda ninguno y al final el tiburón está tan lleno que explota. O sea que se mueren todos. Los hermanos Grimm han hecho estragos en aquella cultura.

(Por cierto, hablando de animales, es curioso cómo humanizamos a las mascotas atribuyéndoles sentimientos y respuestas humanas y cómo animalizamos a los bebés, disfrazándolos de cachorros de oso. Creo que esto último obedece a algo que despiertan ellos en los adultos, ese retorno a nuestra condición de mamíferos, el instinto de cuidar a la cría, abrigarlo, darle de comer, dormir en contacto con ella. Para lo primero, la explicación es la prosopopeya, cuando no el antropomorfismo innato).

Uno hace las cosas con la mejor intención, pero quién sabe. Las puertas que cierra un padre suelen pillarle al hijo todos los dedos, dice Ray Loriga en su libro Héroes. ¿Será buena idea que escuche canciones en un idioma distinto? Yo qué sé. Para compensar le canto Chiquilladas y alguna de los Redondos pero también We will rock you, cuando me toca cambiarlo, y No surprises en el ukulele antes de irse a dormir.

Vicente gatea por toda la casa, intenta abrir cajones y puertas y sacar todo para afuera, así que, siguiendo las recomendaciones del GACH, lo metemos en el corral para reducir la movilidad. Pero como le dejamos la puerta abierta, en sintonía con el gobierno que apela a la libertad responsable, lo tenemos afuera a los dos minutos, otra vez intentando abrir algún cajón. Este experimento en el hogar me ha llevado a observar que el comportamiento de la comunidad, vista como un solo organismo vivo, es idéntico, por lo que concluyo que la capacidad de raciocinio de la masa equivale a la de un bebé de once meses, y que seguir apelando a la libertad responsable cuando ya está suficientemente demostrado que no funciona, evidencia un desarrollo mental no mucho mayor.

Nosotros, que somos adultos maduros y responsables, ya le cerramos la puertita. Lo dejamos del lado de afuera.

Disfruten que pasa rápido

6 comentarios en “Disfruten que pasa rápido

  1. Hola Javier, ya me conoces, tengo la edad de ser tu mamá…y casi casi, tu abuela.entonces qué puedo decir yo a todo eso que cuentas de todo lo que hace Vicente?
    Solo sentir ASOMBRO !!
    Describes la evolución del crecimiento de tu hijo con mucho humor y es como si lo viera.
    Tu madre me ha enviado fotos y videos de Vicente y es verdad aprende todo con una rapidez asombrosa.Es vivaz, sonríe siempre y sus ojos bien abiertos parecen que quieren tragar todo lo que ve.
    Es una de las cosas buenas de vivir mucho …ver como evoluciona la vida, las costumbres, y en ..este caso los niños.
    Imaginate….. Sabias que cuando nací yo, se acostumbraba a envolver a los niños con una larga tela de unos 10 cm de ancho llamada «faja».?
    Inmovilizaban las piernas y los brazos….era para según lo que se creia entonces,que no se torcieran y quedaran perfectas.
    Será por eso que yo siempre tuve unas preciosas piernas.?..(ya que estamos con humor..).
    .
    Los niños parecian un tronquito de árbol hasta el punto que yo tengo un primo de mi edad que su hermano mayor le empezó a decir
    «Tronquito» y hasta ahora que ya es bisabuelo así lo llamo yo.

    Un poco de historia del pasado tampoco viene mal.
    .

    Le gusta a 1 persona

  2. Avatar de Julie Alvarez Julie Alvarez dijo:

    ¡Hola Luisa! No la conozco señora, pero me gustó su comentario. Y yo siempre creí que ese era el único motivo de «fajar» a los chiquitines. Pero hace unos años me comentaron que el matenerle los bracitos (en cierto período de edad, no todo el tiempo), contenidos por la tela, los ayuda a no asustarse cuando los revolean, porque antes de reconocerlos como suyos se asustan al verlos moverse alrededor suyo. ¿Será verdad? Sería una linda explicación al menos.
    ¡Saludos!

    Le gusta a 1 persona

    1. Hola a ambas! Mirá vos, no había escuchado esa explicación pero puede ser, perfectamente. Cuando todavía estábamos en el hospital, en una ocasión en que Vice lloraba, vino una enfermera y lo dejó hecho un paquete. Santo remedio! Realmente nacemos con todo por aprender eh. Si ni enfocamos ¿cómo vamos a reconocer nuestros propios brazos? Jo tío. Abrazos

      Me gusta

Replica a Chelo Cancelar la respuesta