Una de las cosas que me preocupa es que soy un padre viejo. Voy a cumplir 50 años y Vico tiene un año recién cumplido. En otros tiempos, esto no representaba un problema por tres razones: los padres de 50 no eran primerizos, habían tenido como diez antes y se les habían muerto dos o tres. Johann Sebastian Bach, por ejemplo, tuvo 20 hijos: siete con su primera esposa, que era prima segunda suya, y 13 con la segunda. Fue padre por primera vez con 22 años y por última con 57. La segunda razón es que la crianza no era asunto del padre, y si tenían dinero, tampoco de la madre. Hoy por hoy está bien visto que los padres se ocupen de sus hijos y desentenderse es un lujo que sólo se puede dar Mick Jagger y algún otro.
Los mortales y abnegados padres, como quién esto escribe, hemos de padecer hoy una tercera causa de preocupación que antes no existía. Hasta hace poco, doscientos años, el mundo del padre y el del hijo eran el mismo. Los manzanos en las afueras del pueblo daban más o menos la misma cantidad de manzanas, el conocimiento no se acumulaba al ritmo actual, no había grandes progresos ni inventos que facilitaban la vida doméstica o cambiaban los hábitos: Un hijo vivía toda su vida en un entorno más o menos parecido al de su padre. No es que no hubiera inventos radicales, como la imprenta por ejemplo, pero dudo que a los contemporáneos les cambiara mucho la vida. Más atrás en el tiempo, en el siglo XII, se inventó la destilación del alcohol, pero luego pasaron trescientos años hasta que los monjes irlandeses lograron el primer vasito de whisky (y cinco siglos más para que el Johnny Walker se transformara, gracias a los distintos colores de sus etiquetas, en un indicador de la distinción de los casamientos en las chacras de esta comarca).
Hoy, los tiempos cambian tan rápido que lo único cierto es la incertidumbre. Así las cosas, cuanto más grande la brecha etárea entre un padre y su hijo, más distante serán los mundos en los que han de moverse. Esto ya lo he vivido: tengo un hermano 16 años menor y he podido ser testigo de que creció en un mundo diferente al mío. Ya en la adolescencia empezó a explicarme algunas cosas que a mí se me escapaban y hoy por hoy es mi asesor financiero en criptomonedas. Imaginen si tal distancia ya era notable hace tres décadas, cuánto lo serán 50 años ahora que explotó la conectividad, la neurociencia, el bigdata, la inteligencia artificial y los memes. Nací en Fray Bentos, veinte años después de que un suizo patentara el velcro en 1951, y recién vi un champión con velcro en la década del ochenta, una vez que vine a Montevideo. Un amigo había recibido la visita de un primo que vivía en New Jersey, y las zapatillas que usaba me impresionaron tanto que aún las recuerdo: blancas, altas hasta encima del tobillo y sin cordones. Para mí eran de la NASA. ¡Así de viejo soy!
Un amigo mío me confesaba hace poco que su hijo de 8 años le muestra la pantalla del Fortnite y él no entiende nada, ni siquiera se da cuenta cuál es el macaco que mueve el infante. Yo estoy esperando que Vicentico cumpla cuatro años para enseñarle a jugar al ajedrez. Ojalá le guste, así le puedo ganar a algo. Hasta que descubra que puede aprender las jugadas de los maestros viendo videos en youtube, y me dé una paliza con ocho años. La adolescencia será el peor momento. Ya tendrá chips bajo la piel, para pagar el bus y hacer debitos sencillos en compras de kiosko, y luego vendrá con que se quiere hacer un tatuaje e injertarse luces led subcutáneas para iluminarlo desde abajo. (Espero no ser yo el que le dé la idea cuando lea esto). ¿Y la basura que va a escuchar? Ya me duelen los oídos. Si hoy escuchan a Cazzu, ¿qué van a escuchar en década y media? Mamita querida.
Un padre debe luchar contra aquello de que todo tiempo pasado fue mejor. Cosa totalmente cierta porque el que era mejor eras tú, que tenías 20 años y no te dolía nada. El corolario «Todo tiempo futuro es peor», me lo dijo una amiga hace poco, que tiene mellizos un par de años mayores que Vico y sabe lo que se me viene. Pero en el futuro no todo será tan malo: para cuando Vice sea grande es muy probable que el abre-fácil de los paquetes de galletitas funcione correctamente. Los ómnibus serán autónomos, no habrá choferes en el transporte capitalino, pero muchos ómnibus seguirán teniendo guarda. Tamaño estiramiento entre los avances y las anclas en el pasado no será el peor contraste: mientras que las máquinas ya estarán ganando premios Nobel, el interior del país seguirá pariendo caudillos del partido Nacional.
Ahora pienso en mi padre y en la preocupación por su propia salud cuando con 60 años empezó a cuidarse lo más posible porque tenía un hijo flamante. Y claro, esa es también una preocupación: no sólo la calidad sino la cantidad de tiempo que compartiremos juntos. Recuerdo dos consejos suyos: que mantuviera limpios los desagües, y el que me dio una vez que le conté los vaivenes amordolosos con una novia que me estaba matando: sé circunspecto, me dijo. Como era raro que habláramos de esas cosas porque él era de los de antes, de cuando los sentimientos y el boniato zanahoria aún no se habían inventado, me quedó grabada esa frase, que me dijo serio y concluyente. En fin, yo trato de hacerle caso, sobre todo con el asunto de los desagües, y ahora mismo no se me ocurren otros consejos que pueda decirle yo a Vicentico, que no queden obsoletos con el paso del tiempo.
Si alá quiere y la quedo de viejo, ya serás mayor, Vico, y para entonces podré grabarme y dejarte un mensaje que podrás ver en la lápida con video. Las habrá sencillitas, con un video corto para todo el mundo, y otras más caras, con reconocimiento facial del que se ponga delante, lo que me permitirá dejar mensajes personalizados. Cuando vaya tu madre apareceré en un video rescatado del olvido, joven y guapetón, de cuando fuimos a Croacia. Si el que está ahí es tu tío, le agradeceré porque gracias a sus consejos gané ocho millones de dólares y tengo esta hermosa lápida. Y si vos te acordás alguna vez de hacer una pausa en tu excitante y vertiginosa vida para ir a estar un rato explícitamente con mi ausencia, la pantalla se activará y ahí estaré yo diciéndote que seas circunspecto y que mantengas limpios los desagües.
Todo esto si es que las lápidas con video no son cosa del pasado ya, porque será posible subir un cerebro a la nube, cuando el corpacho diga basta. Librado de la molestia de tener un envase que hay que proteger del frío, del calor y de los mosquitos, una bolsa que tiene que ir al baño, un animal con achaques, juanetes, artitits y el culo como trabuco de naranjero, podré estar todo el día webeando, aunque tampoco podré abrazarte ni comerme un buen asado, la felicidad nunca es completa. Pero podremos interactuar, un poco como lo hacen las personas hoy, que por culpa de un virus virulento no pueden juntarse con nadie. Será una charla cotidiana entre dos adultos, vía ZoomPro y al despedirnos te diré:
—Chau mijo, hasta la próxima. ¡No te olvides de pagarme el hosteo!
Pero vos ya estarás subiendo un wing en el wingui wonguer.
Ja! Padres viejos? Será de familia? Nací yo, el viejo 42 años.Nació Delfina, yo 42 años! Increíble! Abrazo primo.
Enviado desde mi smartphone Samsung Galaxy.
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La historia se repite! Es genética. Abrazo!
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Adortunado el gran Vico que podrá vanagloriarse ante sus amigos por tener al padre más versátil, culto, circunspecto y sobre todo buen tipo que podría haber elegido.
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Jaja, gracias querido. Vamos a ver si cuando lo lleve a la escuela no me dice «dejame acá en la esquina».
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